No creas todo lo que piensas

Nuestro cerebro nos engaña y bueno es saberlo, porque cuando tenemos responsabilidades en seguridad o somos los encargados de supervisar el trabajo de otros, podemos creer que las personas actúan de forma deliberada ante situaciones que nosotros creemos evidentes.

Christopher Chabris y Daniel Simons son doctores en Psicología y prestigiosos investigadores en cognición. En el año 2010 publicaron El gorila invisible. Cómo nos engaña nuestro cerebro y desde entonces muchos otros psicólogos hemos puesto como ejemplo sus experimentos para ilustrar las causas de algunos errores humanos.

Se trata de una obra particularmente interesante para psicólogos, pero en especial para profesionales que tienen en sus manos la toma de decisiones en seguridad, en su mayor parte provenientes de la Ingeniería, aunque no sólo.

El trabajo aborda seis ilusiones cotidianas que distorsionan la forma en la que juzgamos a otros por sus errores. Se trata de ilusiones de atención, memoria, confianza, conocimiento, causa y potencial. Creencias distorsionadas que tenemos acerca de cómo debe funcionar la mente y que aplicadas, por ejemplo, a la investigación de incidentes y accidentes constituyen afirmaciones que pueden resultar plausibles, pero resultan profundamente equivocadas y en consecuencia ni las conclusiones ni las recomendaciones contribuirán a que se aprenda ninguna lección ni a que mejore la seguridad. Estas ilusiones son igualmente peligrosas para policías, fiscales, miembros de un jurado o quienes tengan alguna responsabilidad sancionadora.

Una breve descripción de estas ilusiones acerca de determinados comportamientos y su explicación:

1.-Ilusión de Atención: creer que las personas captan visualmente acontecimientos inesperados que aparecen en su campo visual. Es más, creer que, aunque otras personas no los capten, ellos sí los captarían.

Por muy experimentados que seamos, las personas no procesamos en su totalidad la información visual que nos rodea y aunque se suponga que los objetos especiales o inusuales llaman la atención, en realidad pasan inadvertidos. Mirar no es ver y la atención no se mueve tan a voluntad como nos gustaría, ni está relacionada con la inteligencia o el nivel educativo, ni depende de la capacidad atencional. Las personas ven lo que esperan ver.

2.- Ilusión de Memoria: creer que lo que se recuerda es fiel a lo que se piensa que se recuerda. Pensar que, si dos personas ante un mismo suceso, tiempo mas tarde recuerdan aspectos diferentes, una de ellas miente.

Realmente hay una desconexión entre cómo pensamos que funciona la memoria y cómo funciona realmente. Aquello que recordamos se basa en parte en lo que se piensa que sucedió. Lo que se percibe se asocia a lo que ya se sabe y esas asociaciones ayudan a discernir lo importante, luego proporcionan pistas de recuperación para que la memoria sea más fluida. A veces se cree recordar algo que debía estar en aquel lugar pero que en realidad no estuvo. No hay necesariamente nada malicioso en esos falsos recuerdos. Es particularmente interesante “la ceguera a los cambios”. Por eso cuando en una organización se hacen cambios, es especialmente necesario realizar la gestión de cambios atendiendo a la respuesta humana más probable.

3.- Ilusión de Confianza: tratamos la confianza en uno mismo como un signo claro de la capacidad profesional de una persona, de su pericia. Creer que la seguridad que la gente proyecta, ya sea haciendo un diagnóstico, tomando decisiones o dando testimonio, es signo de capacidad profesional o de la precisión de su memoria.

En primer lugar, en muchas ocasiones sobreestimamos nuestras propias habilidades y cualidades en relación con otras personas. En segundo lugar, nos hace interpretar la seguridad o falta de ella que otros individuos manifiestan como una señal válida de sus propias habilidades o de su nivel de conocimiento.

Es probable que los menos habilidosos tengan una idea de sí mismos más elevada de lo que deberían. Atribuir resultados positivos a la propia destreza, aunque razonable, refleja una tendencia general que todos tenemos a interpretar la reacción acerca de la capacidad propia de la manera más positiva posible. Tendemos a considerar que los buenos rendimientos reflejan una capacidad propia superior, mientras que nuestros fallos exceden a nuestro control y se ignoran las evidencias que nos contradicen. Este tipo de confianza en las habilidades propias es mayor cuando ya hemos adquirido cierto nivel de habilidad. La experiencia, por sí misma, no garantiza la competencia. Por ejemplo, un 77% de las personas cree que son superiores en el grado de prudencia en la conducción respecto a los demás. Esto ya indica la posible falta de objetividad cuando tenemos que valorar si “los otros” han sido prudentes e imprudentes al analizar una conducta que tuvo consecuencias no deseadas.

La ilusión de confianza también es peligrosa en algunos contextos cuando se toma el consenso grupal como criterio, sobre todo si los miembros del grupo no son independientes o si asumen lo que diga el líder (que no necesariamente es el más competente sino el más dominante). Sin embargo, la confianza no predice la precisión ni tiene relación con la inteligencia.

Existen empleos, medicina, ingeniería… donde los profesionales necesitan tener cierto nivel de confianza para poder interactuar o vender sus proyectos. Esto se incrementa cuando esos profesionales se visten de manera formal. La gente cree que tienen la capacidad de tomar decisiones correctas para ellos y esto es un problema porque a veces se les alienta a no ser sinceros con lo que saben y no saben. También puede ocurrir que las personas que de por sí confían en sí mismas escojan esas carreras y la adulación los lleve a adquirir aún más confianza. El peligro viene cuando la confianza supera el conocimiento. El mejor antídoto es decir “No se” y hacerlo con humildad, en lugar de seguir adelante con un falso show de arrogancia.

Si eres investigador de accidentes es importante que tengas en cuenta esta ilusión y mejores la comprensión de cómo funciona la mente cuando realices una entrevista a testigos.

4.- Ilusión de Conocimiento: cuando las personas piensan que saben más de lo que saben. Confunden saber lo que ocurre con por qué ocurre y confunden el sentimiento de familiaridad con un conocimiento genuino.

En general no se reconoce la necesidad de cuestionar el conocimiento propio. La ilusión de creer que se sabe más de lo que en realidad se sabe tiene mayores consecuencias cuando se razona acerca de sistemas complejos, que tienen muchos componentes que interactúan y su comportamiento general no puede determinarse con facilidad simplemente sabiendo cómo se comportan sus partes individuales. La historia de las infraestructuras y la arquitectura está repleta de ejemplos que resultaron más difíciles y costosos de lo que sus diseñadores esperaban. La familiaridad con el proyecto da la falsa idea de que sólo uno mismo puede entenderlo lo suficientemente bien para planificarlo de forma correcta y se prescinde de una mirada externa.

Detrás de la mayoría de las creencias de cómo se deberían de comportar los demás hay supuestos erróneos de cómo es la conducta humana y qué factores de influencia guían esos comportamientos. No se toma conciencia de que esa creencia no era correcta hasta que algo sale mal. Pensemos por ejemplo aquellos diseños o tareas que no tienen en cuenta el error humano natural.

Esta ilusión de cómo funciona la mente puede llevar a basar las proyecciones en supuestos resultados positivos del pasado (que teóricamente se ajustan a sus predicciones en un “sobreajuste estadístico”) pero que fracasan estrepitosamente cuando las condiciones cambian.

Para determinar en qué medida alguien se ve afectado de esta ilusión debería: Revisar hasta dónde comprende sus modelos simples explicativos, por ejemplo de la conducta fallida de otras personas; hasta qué punto manejar un vocabulario o conceptos, por ejemplo de error humano, si es sólo un conocimiento superficial porque la terminología resulta familiar y hasta qué punto se ha accedido a información cuando se entiende que el sistema es complejo, por ejemplo, cuando tratamos de explicar cualquier conducta humana. Es frecuente encontrarse con no profesionales de la psicología que manejando términos de uso común les crea la ilusión de que entienden y saben explicar el comportamiento humano.

5.- Ilusión de la Causa: convertir una asociación temporal en una explicación causal. Hacer la inferencia, debido a la cronología de los acontecimientos, de que una situación precedente provoca una posterior siendo su causa.

La ilusión de causa viene de la mano de 3 tendencias interrelacionadas que contribuyen a este engaño de la mente: patrón, correlación y cronología. La predisposición a ver sentido en ciertos patrones; inferir relaciones causales en coincidencias y dar por supuesto que los acontecimientos anteriores causan los posteriores.

Nuestra memoria del mundo que nos rodea tiende sistemáticamente a percibir lo regular en lugar de lo azaroso y a inferir causas más que coincidencias. Áreas visuales de nuestro cerebro se activan con imágenes que se parecen, aunque sea vagamente. Por eso a veces se percibe una asociación allí donde no la hay, porque se interpretan los datos de manera que coincide con sus creencias.

Cuando dos acontecimientos tienden a ocurrir juntos, inferimos que uno debe ser causa del otro. Se infiere la causa a partir de una coincidencia y no se busca otras explicaciones alternativas. De manera errónea se establece una relación causal a partir de una asociación. En definitiva, correlación no es causación. Hay que pensar si existen otros factores influyentes y basarse en experimentos.

La forma en que interpretamos las narraciones también influye en esa ilusión. Tendemos a recordar mejor un relato cuando tenemos que extraer inferencias. Solemos llenar los huecos de información hasta crear una secuencia causal. Acomodando afirmaciones puramente fácticas en diferente orden u omitiendo o insertando información relevante se puede controlar qué inferencias hará el oyente o lector sin que se tenga que argumentar a favor de ellas. Cuando una narración es plausible las personas aceptan la causa falsa como algo natural y no se molestan en pensar otras.

Un ejemplo de este argumento falaz es el siguiente aplicado a la seguridad: “esta instalación es segura porque he hecho las cosas de una determinada manera, si sigo haciéndola de la misma manera seguirá siendo segura”. En realidad, esta afirmación no deja de ser pensamiento mágico, ya que la causa de que una instalación sea segura serán una serie de factores que probablemente excedan a la actuación de una sola persona y que conducen a la gestión adecuada de los riesgos y no “hacer las cosas como las hice hasta ahora”. El día anterior a un suceso no deseado probablemente la instalación sea igual de insegura que el día que el suceso tuvo lugar. Algo así como creer que por tener en el bolsillo un silbato ya no aparecen elefantes en el centro de Madrid.

La naturaleza secuencial del tiempo lleva a las personas a considerar que una decisión o acontecimiento complejo debería tener una causa única. Los investigadores de accidentes ya deberían saber a estas alturas que este es un error de principiante.

Si además existe una autoridad creíble, un médico, un ingeniero, un catedrático, un abogado, alguien que ocupa un puesto alto en el organigrama de una gran empresa, que valide ese vínculo en la narración causal se convertirá en un movimiento popular porque ejercen una influencia considerable sobre la gente.

6.- La ilusión de Potencial: nos lleva a pensar que en el cerebro existen depósitos de capacidad mental desaprovechada, a la espera de que accedamos a ella tan pronto sepamos cómo hacerlo y que este potencial puede liberarse de modo fácil y rápido con simples técnicas.

La ilusión combina dos creencias, que debajo de la superficie, la mente humana y el cerebro albergan el potencial de tener un rendimiento mayor del que en realidad tenemos en variedad de situaciones y contextos; y que este potencial puede liberarse con simples técnicas que se implementan de modo rápido y fácil. Y no, las personas no tienen capacidades perceptivas extrasensoriales ocultas. El entrenamiento para potenciar procesos cognitivos básicos tales como la memoria, la atención y la percepción tienen resultados limitados.

Esto no quiere decir que las personas no tengan margen de mejora, sólo que no superará los límites de la naturaleza humana. Por ejemplo, si un grupo de personas realiza un curso on line durante horas sobre la audición, con toda seguridad no aumentará su capacidad auditiva, ni su formación ni su voluntad podrá influir sobre el rango de frecuencia audible que tenían previamente.

Conocer estas ilusiones es un primer paso, pero no suficiente para librarse de ellas. Si usted es un profesional que debe explicar la conducta humana, esta información puede ayudarle a tener una comprensión mayor de la situación y considerarlas antes de llegar a una conclusión taxativa.

Pero a quienes ayuda esta información especialmente es a aquellas personas encargadas de diseñar entornos seguros. Conocer los límites de la cognición orienta a rediseñar el medio para evitar las consecuencias de intuiciones equivocadas. Las personas que han de trabajar en un determinado entorno no serán conscientes de sus limitaciones cognitivas, pero el diseñador sí puede crear sistemas resistentes al error derivado de estas ilusiones de atención, memoria, confianza, conocimiento, causa y potencial.

La obra de Chabris y Simons le ofrecerá numerosos ejemplos ilustrativos de tales ilusiones. Se trata sin duda de un libro que hará las delicias de quienes quieran o necesiten conocer más sobre el comportamiento humano y sus entornos. Altamente recomendable para quienes tratan con Factores Humanos y Organizativos con el objeto de disminuir y gestionar riesgos.

Foto: Byron Katie

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